Has tenido alguna vez esa sensación? El nudo en la garganta, digo.
Supongo que sí o no estarías leyendo esto; aunque también puede ser que
Coldplay te haya traído hasta aquí. Porque Coldplay moviliza al personal como
dios (se, sin mayúscula, que hoy estoy rebelde).
De entrada estás pensando a qué coño viene tanto
signo de puntuación y desenfado injustificado. Pues mira no sé, yo escribo así.
Este es el estilo en el que puedo y quiero expresarme y cualquier otra cosa que
he llegado a intentar o está vacía o provoca náuseas de amarga bilis cultureta.
Así que si no te va esta forma de expresión, este alarde de falta de gusto
palabril, este “apelotelodigo”, mejor que te vayas por donde has venido y
nos ahorramos escenitas haters, que ya está el tema del odio 2.0 pasado de
moda.
Si por el contrario te convence la retórica,
sigue leyendo va… y acompáñame en este momento vital cortavenas de ser humano
cualquiera. Porque aquí no venimos a sentirnos especiales. Yo puedo ser muchas
cosas, pero especial no lo he sido ni lo seré jamás (puñetazo entusiasta en la
mesa). Y dicho esto, vamos al lío que no tienes todo el día…
Llevo meses con el asqueroso nudo como si del gargajo
más asqueroso se tratara. Y esta mañana estaba tratando de concentrarme en el
trabajo, mirando el ordenador como si quisiera hacerlo explotar con la mente (a
lo Ele) y decido ponerme los cascos y un poco de Spotify para fomentar la
focalización y tal.
De golpe, aleatoriamente va y me sale The Hardest Part de Coldplay
y empieza a sonar sin que ya nadie (yo) pueda pararla.
Seguramente ya la conocías. Yo, en mi costumbre
habitual de llegar tarde a todo, la descubrí hace poco y rápidamente decidí que
me gustaba. Mucho, la verdad.
Porqué? Pues mira porque yo tengo una obsesión desde que tengo
memoria, y esa obsesión se enfoca en las expresiones de cualquier tipo que
consiguen explicar temáticas muy complejas con muy pocas palabras. A mí eso de
conseguir un condensado resumen de algo demoníacamente retorcido me vuelve del
revés. Es una cualidad que admiro, que me sulivella a niveles que sólo yo puedo
entender. Y ahora quizá tú también.
Se me hace la boca agua, de verdad. Como si alguien tuviera el
enorme altruismo de enseñarme la belleza en su nivel más concentrado y puro. Ambrosía para mis sentidos.
El caso es que en The Hardest Part, bajo mi punto de vista, lo
hacen de diez. Qué digo de diez, de veinte por lo menos.
La canción puede tener, como muchas otras canciones en este diverso
mundo, diferentes puntos de vista o interpretaciones.
Aquí te vomito la mía: creo que la canción en cuestión es una bonita epístola a alguien
que te ha dejado más colgado que un chorizo en su mejor momento (aka: cuando no
está ni demasiado tierno ni demasiado seco). Ese odioso ser que te puso la miel
en los labios, te ató a un árbol y llamó a los osos justo antes de salir
corriendo del bosque. Esa clase de gentuza que disfruta dejándote a punto de
caramelo para un sufrimiento angustioso. Para el nudo en la garganta.
Y tú claro, estás ahí con la caña de pescar en medio del campo
extremeño. Oteando los olivos con ojos ilusionados esperando a que caiga una
trucha de una rama y se agarre mágicamente a tu caña sin cebo (aka: cara de
gilipollas integral que está haciendo el primo pero es el único que no se ha
enterado aun).
Entonces vas tú, y una vez te das cuenta del engaño, le dices al
despreciable ser humano que te ha puesto en esa situación: oye, que me he
enterado de que te estás riendo de mi y no tiene ni puta gracia. Dame ipso
facto una explicación (morritos airados).
Y es en ese momento, nunca antes, justo en ese instante cuando ese
despojo, esa apestosa fosa séptica, te contesta: oye mira, siento haberme
esforzado tantísimo para convertirme en alguien importante en tu vida. Siento
haberme dejado la piel para que pensaras que ahora soy vital para ti; porque la
verdad, la purita purita purita verdad, es que me has aburrido desde el principio
y preferiría que te apartaras para siempre de mi camino y no volvieras a
aparecer en mi campo de visión nunca jamás, cutre pescador de trucha olivera.
Entonces tú te alejas trastabillando. Confuso y con la boca seca. Te
está costando dolor físico darte cuenta de que ya está. Se acabó. Caput. The
End. Y además sabes de sobra que no puedes hacer absolutamente nada para cambiar eso.
Y todo esto que yo te he contado en unas trescientos millones de
palabras, palabra más, palabra menos, es lo que Coldplay te cuenta en cuatro estrofas
con cuatro palabras cada una, palabra más, palabra menos.
Y además… sorpresa! es exactamente lo que te ha estado pasando en
los últimos meses con esa persona non grata en tu memoria. Ese moco viscoso con
acceso denegado a tus sentimientos.
Y ZASCA!! Nudo en la garganta mientras sigues con tus cascos
puestos mirando la pantalla del ordenador de forma demasiado turbia para que no
se note. Tú disimulas subiendo y bajando el scroll del Excel que tienes
delante, por supuesto.
I could feel it go down... bitersweet I could taste in my mouth…
Y entonces te ves a ti mismo como a Mia en Pulp Fiction. Teniendo un colapso por excesiva ingesta de estupefacientes que te ha subministrado el camello más malrollero de tu barrio. Ahogándote, sin poder respirar y sacando espuma chunga por la
boca, con los ojos en blanco y pensando: por favor por favor por favor que alguien me clave ya una jeringuilla en el corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario